VIERNES, 4 de julio de 2025.- El conflicto entre padres separados y el Poder Judicial volvió al centro de la escena tras la difusión de un video conmovedor, donde un hombre visiblemente afectado escracha a la jueza de Minoridad y Familia Marina Montero, a quien acusa de haber dictado una medida que le prohíbe ver a su hija sin justificación válida ni derecho a defensa.

El hombre, con carteles en mano y entre lágrimas, se plantó en el edificio judicial gritando: “¡Quiero ver a mi hija! ¡Usted me la sacó sin fundamentos!”, apuntando directamente contra la magistrada. El video se viralizó rápidamente en redes sociales y generó una fuerte reacción en la comunidad.

Reclamos que se repiten: padres sin respuesta

Este nuevo episodio visibiliza una problemática que no es nueva en Río Grande, donde numerosos padres denuncian decisiones judiciales que los alejan injustamente de sus hijos, muchas veces sin que se habiliten instancias previas de mediación ni evaluación integral del vínculo familiar.

Las críticas apuntan a fallos unilaterales, tiempos procesales extensos y la ausencia de herramientas interdisciplinarias reales para evaluar el contexto familiar. En paralelo, hay quienes señalan falta de capacitación en perspectiva de corresponsabilidad parental en algunos juzgados.

La justicia, en el ojo de la tormenta

La jueza Montero, en particular, ya había sido cuestionada en otras oportunidades por padres que aseguran haber sido apartados de la vida de sus hijos sin una evaluación justa. Hasta el momento, no hubo declaraciones oficiales por parte del Poder Judicial respecto al escrache ni a los reclamos que se multiplican.

Mientras tanto, el video del padre desesperado sigue circulando y sumando apoyo. “No quiero hacer daño a nadie. Solo quiero ver a mi hija. No soy un delincuente, soy un papá”, dice con la voz quebrada.

Los reclamos son claros: más transparencia, más celeridad, y más humanidad en las decisiones judiciales que impactan directamente en vínculos fundamentales.

El caso de este padre es uno entre tantos. Su dolor expuesto en un video no solo conmueve: pone en evidencia una deuda estructural del sistema de justicia familiar. Una deuda que, para muchos, ya lleva demasiado tiempo sin saldarse.

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