Por Aldo Duzdevich.- Aníbal, un ex cuadro montonero que pasó ocho años en la cárcel, cuenta: “Dos días después de lo de Rucci, en reunión de ámbito de oficiales de La Plata, la responsable nos dice: Lo de Rucci fuimos nosotros y la conducción quiere conocer la opinión de los compañeros hasta este nivel”. Se hizo un embarazoso silencio y uno de los compañeros dijo: “Y si no estamos de acuerdo… ¿lo vamos a revivir?”.
“Esa frase me ha dado vuelta en la cabeza durante años, porque encierra la clave política de la lucha armada”. Fue la reflexión de Anibal quien por su función actual me pidió reservar su nombre.
A veces una frase dicha desde el mas puro sentido común, abarca el contenido de varios ensayos literarios, y creo que esta es una: » Y si no estamos de acuerdo…¿lo vamos a revivir?».
Carta y debate abierto
En el 2004 el filósofo y poeta Oscar del Barco, publico en la revista cordobesa Intemperie, su carta abierta: “No mataras”; la cual originó un profundo debate entre intelectuales y militantes de la época. El origen de la carta fue el testimonio de Héctor Jouve, uno de los sobrevivientes del Ejercito Guerrillero del Pueblo (EGP), dirigido por Ricardo Masetti, que operó en Salta en 1964. Jouve relató que los militantes, Adolfo Roblat, alias “Pupi”, y Bernardo Groswald, fueron fusilados por orden de Masetti, por haberse se quebrado física y emocionalmente al no resistir el esfuerzo de la selva. Del Barco quien había sido apoyo urbano del EGP, asume como propia la “culpa del asesinato de Pupi y Bernardo”.
La acción política siempre esta sometida al error. Peron decía: “El que quiera conducir con éxito tiene que exponerse; el que quiere éxitos mediocres, que no se exponga nunca; y si no quiere cometer ningún error, lo mejor es que nunca haga nada”.
Quienes participamos en política, vivimos cometiendo errores. Los errores siempre conllevan costos o consecuencias, que generalmente, pueden tener algún tipo de reparación. Lo único irreparable es la muerte, propia o ajena.
Cuando la acción política, toma el camino de la lucha armada, los errores políticos se transforman en errores militares y los errores militares tienen costo de vidas. En los setenta, algunos grupos políticos se transformaron en organizaciones político-militares; y los errores políticos fueron teniendo costos en vidas cada vez mas altos. La muerte se presenta irreparable desde lo político y desde lo ético. Y en este caso lo ético es esencial por cuanto, es lo que diferencia a un revolucionario, de un soldado, de un mercenario o de un delincuente común.
Una cosa es disparar un arma contra un dictador o un reconocido torturador, o disparar en un enfrentamiento; otra contra un policía parado en una esquina; y el extremo es tener que disparar contra un compañero, porque incumplió una regla. Todo esto paso en los setenta, y quienes fuimos protagonistas de la época tenemos el deber moral de afrontar estos debates con una actitud adulta y reflexiva.
Carta y debate abierto
En el 2004 el filósofo y poeta Oscar del Barco, publico en la revista cordobesa
Intemperie, su carta abierta: “No mataras”; la cual originó un profundo debate entre
intelectuales y militantes de la época. El origen de la carta fue el testimonio de Héctor
Jouve, uno de los sobrevivientes del Ejercito Guerrillero del Pueblo (EGP), dirigido por
Ricardo Masetti, que operó en Salta en 1964. Jouve relató que los militantes, Adolfo
Roblat, alias “Pupi”, y Bernardo Groswald, fueron fusilados por orden de Masetti, por
haberse se quebrado física y emocionalmente al no resistir el esfuerzo de la selva. Del
Barco quien había sido apoyo urbano del EGP, asume como propia la “culpa del
asesinato de Pupi y Bernardo”.
La acción política siempre esta sometida al error. Peron decía: “El que quiera conducir
con éxito tiene que exponerse; el que quiere éxitos mediocres, que no se exponga nunca;
y si no quiere cometer ningún error, lo mejor es que nunca haga nada”.
Quienes participamos en política, vivimos cometiendo errores. Los errores siempre
conllevan costos o consecuencias, que generalmente, pueden tener algún tipo de
reparación. Lo único irreparable es la muerte, propia o ajena.
Cuando la acción política, toma el camino de la lucha armada, los errores políticos se
transforman en errores militares y los errores militares tienen costo de vidas. En los
setenta, algunos grupos políticos se transformaron en organizaciones político-militares; y
los errores políticos fueron teniendo costos en vidas cada vez mas altos. La muerte se
presenta irreparable desde lo político y desde lo ético. Y en este caso lo ético es esencial
por cuanto, es lo que diferencia a un revolucionario, de un soldado, de un mercenario o de
un delincuente común.
Una cosa es disparar un arma contra un dictador o un reconocido torturador, o disparar
en un enfrentamiento; otra contra un policía parado en una esquina; y el extremo es
tener que disparar contra un compañero, porque incumplió una regla. Todo esto paso en
los setenta, y quienes fuimos protagonistas de la época tenemos el deber moral de
afrontar estos debates con una actitud adulta y reflexiva.
El contexto histórico
Al hablar de actos de violencia política lo primero es situarnos en el contexto histórico en
el cual se produjeron. La Constitución Nacional en su Articulo 36 consagra el “derecho de
resistencia” ante los gobiernos de facto. El primer acto de violencia, lo realizan quienes
quiebran el orden constitucional, mediante el golpe de estado, y por ende cualquier
resistencia pacifica o violenta de los ciudadanos goza de legalidad y legitimidad.
En determinados contextos históricos, el crimen político, el magnicidio, no solo tendrán
legalidad, sino ademas gran legitimidad moral. Pongamos por caso que alguno de los
cinco atentados que se intentaron contra Hitler hubiese tenido éxito. Sus autores lejos de
aparecer como criminales hoy serían considerados héroes.
La independencia de América no hubiese sido posible sin el alzamiento en armas de los
patriotas que un día decidieron emprender esa lucha.
A la guerra de la Independencia le siguió un largo período de guerras internas para
intentar definir que modelo de país íbamos a adoptar, sin lograrse nunca un resultado
definitivo.
Por ello es necesario analizar en que contexto histórico se dan los actos de violencia
política. Luego vendrán otro tipo de análisis sobre su oportunidad, conveniencia,
graduación y limites éticos que son los que intento poner en la mesa del debate.
Debate que reconozco sumamente complejo, porque 40 años es poco tiempo; las heridas
de las victimas, y sus familiares, aun siguen abiertas. Y, muchos de los protagonistas de
estos hechos viven y participan de esta discusión. Por lo tanto la emocionalidad es un
componente inevitable en este tipo de análisis.
Continuidades y rupturas de la historia
Si bien la intención de esta serie de notas es reflexionar sobre la violencia de los años
setenta; creo necesario repasar la historia desde inicios del siglo XX. Porque existen
ciertas continuidades y encadenamientos de personajes, hechos y pensamientos.
Sorprende como ciertos conceptos que dan sustento a la lucha violenta se repiten casi
con la misma lógica, con cincuenta o setenta años de distancia. O, a veces discursos que
incitan a dar la vida y tomar la vida del otro, son idénticos con independencia de su
encuadre ideológico.
Los radicales de la Revolución del Parque de 1890 van enarbolar consignas cuya misma
esencia será repetida por Montoneros en los 70. La pro-oligárquica Liga Patriótica va a
influenciar a la Alianza Libertadora Nacionalista, antecedente de Tacuara, un grupo que
sera cantera de cuadros militantes del ERP y Montoneros. O como la Iglesia que en 1955
fue sustento politico-intelectual y espiritual de parte de los Comandos Civiles, en 1969/70
va a dar fundamento a los núcleos originarios de Descamisados y Montoneros.
Queda claro que no intento ser políticamente correcto, y estoy lejos de recitar los
paradigmas establecidos sobre la historia de la militancia setentista.
La historia, no es binaria. No hay una partición natural entre buenos y malos, blanco o
negro. La historia como la vida misma se mueve en una infinita gama de grises. Cada
hecho y cada hombre hay que mirarlo en su contexto temporal y político. Esta definición,
me suele costar feos enojos de algunos amigos que se sienten violentados, cuando
muestro personajes muy respetados, en posiciones políticas anteriores o posteriores muy
contradictorias.
Esta claro que mi intención no es ser complaciente. Tengo un pensamiento y una
militancia política anterior y actual. Pero, en definitiva para que “los buenos” triunfen, es
necesario obligarlos a pensar. Mas en estos tiempos de grieta, que es el summun del
pensamiento binario. Y nos lleva al error de decir, que todo lo de mi lado es correcto y
verdadero, y todo lo del otro bando es destruible.
El psicólogo de montoneros
Voy a cerrar esta primera nota con una anécdota que es una buena pintura de época.
Preservo su nombre porque hoy es una dedicada abuelita que no querrá que sus nietos
se enteren por mi. Le pondré Clara, quien era una joven católica practicante; casada con
un alto jefe montonero también de origen católico.
Clara tenía grandes contradicciones morales con la idea de hacer daño a un semejante. Esto se reflejaba en las practicas de tiro que estaba obligada a realizar, digamos, que no pegaba ni uno. El instructor ya desahuciado con su alumna, entendió que su problema no era la falta de pulso, sino su negación interior. Entonces decidió enviarla al psicólogo de la organización. Clara cuenta : “el psicólogo después de escucharme, me propuso una terapia inédita. Me dijo que debía ir a un basural y dispararle a los perros hasta matar alguno. Ni loca yo iba a matar a un perro. Yo tenía claro que mi vocación no tenía nada que ver con la violencia, y que nunca podría ser una buena combatiente.”
*Aldo Duzdevich: Autor de “Salvados por Francisco” y “La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón”.
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