LUNES, 21 de julio de 2025.- En la remota costa noroeste de Groenlandia, el pequeño pueblo de Innaarsuit, con apenas 169 habitantes, se encuentra al borde de una posible catástrofe natural. Frente a su bahía descansa un gigantesco iceberg que, si llegara a fracturarse, podría provocar olas capaces de destruir hogares y arrasar con lo poco que queda en pie.
Este monstruo blanco apareció flotando cerca del asentamiento hace más de una semana y desde entonces ha mantenido su posición a pocos metros de la costa, impulsado por corrientes erráticas. Aunque parecía alejarse, fue arrastrado de nuevo hacia el puerto por los vientos del lunes pasado, y desde entonces permanece peligrosamente inmóvil.
A pesar del peligro, muchos habitantes se niegan a evacuar. Para ellos, abandonar sus redes de pesca o trampas para focas significa perder su única fuente de ingresos. “Si nos vamos, lo perdemos todo”, dicen algunos, mientras miran con incertidumbre el coloso flotante que amenaza su tranquilidad.
Las autoridades han pedido precaución incluso para actividades cotidianas. El municipio de Avannaata publicó recomendaciones como evitar acudir a la tienda en grupos y extremar cuidado con personas de movilidad reducida. Se teme que cualquier colapso inesperado del iceberg desencadene un desastre en cuestión de segundos.

No es la primera vez que Innaarsuit enfrenta este tipo de peligro. En 2018, otro iceberg de dimensiones similares obligó a evacuar viviendas. Aquel bloque helado pesaba más de 10 millones de toneladas y era visible desde el espacio. Afortunadamente, los vientos lo alejaron antes de que ocurriera una tragedia. Hoy, los habitantes cruzan los dedos para que el final sea el mismo.
*La otra amenaza: el turismo*
En un giro inesperado, decenas de turistas han empezado a llegar al pueblo atraídos por la posibilidad de ver —y fotografiar— al iceberg de cerca. Pero las advertencias de seguridad, redactadas en groenlandés, no están llegando a todos, lo que aumenta la preocupación por un posible accidente.
*¿Qué hacer con un iceberg?*
Las autoridades estudian opciones extremas, desde la demolición controlada con explosivos hasta el remolque por barcos especializados, pero el desafío es enorme. Según la Guardia Costera de EE. UU., romper un iceberg de este tipo requeriría cerca de 500 kilos de explosivos o una cantidad de energía equivalente a quemar más de 3.8 millones de litros de gasolina.
El problema, además, es que el 90% del volumen del iceberg está bajo el agua, lo que complica cualquier maniobra. Y mientras las soluciones se discuten, el tiempo avanza. Cada minuto, el iceberg sigue ahí, como una cuenta regresiva blanca, inmóvil y silenciosa.
*Un callejón de gigantes*
Este iceberg no es único. Cada año, unos 40 mil bloques de hielo se desprenden de los glaciares árticos, y entre 400 y 800 llegan hasta el sur de St. John’s, en Canadá. La corriente del Labrador los arrastra lentamente hacia aguas más cálidas, en lo que se conoce como el Callejón de los Icebergs. Su viaje puede durar más de un año, y en el camino, a veces, ponen vidas en peligro. Innaarsuit lo sabe bien.
*¿Qué pasará con el iceberg?*
Mientras se espera una nueva corriente que lo empuje mar adentro, los habitantes de este rincón olvidado del Ártico siguen resistiendo, como lo han hecho por generaciones. En un mundo que se derrite a toda prisa, quizás no hay metáfora más potente que este pueblo congelado en la incertidumbre, mirando al horizonte, esperando que el monstruo blanco cambie de rumbo.
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